EL SEÑOR DE LOS ANILLOS: LAS DOS TORRES Estados Unidos, 2002 |
Las razones y los valores, antes bien, están "infiltrados": surgen con cierta naturalidad de los episodios que, como capítulos, hilvanan la narración. El coraje y el patriotismo están en la defensa de Rohan, pequeño reino amenazado por la ira arrasadora de Saruman (rostro del Mal; el otro –ya ni rostro– es el temido Sauron); la ecología –o la armonía con la flora– asoma en el largo vadeo del bosque de Fangorn, poblado de ancianos árboles parlantes, igualmente amenazados, con los que nuestros hobbits traban relación. El enamoramiento, la camaradería de armas y la solidaridad también cabalgan sobre sus respectivas construcciones dramáticas.
Un segundo factor rítmico proviene de la fragmentación del grupo protagónico: tres puñados de héroes, cada cual por su lado y avanzando con el mismo rumbo, proveyeron abundante material para el montaje alterno. Algunos son más héroes que otros, pero en lo que hace al heroísmo estrictamente entendido (el que sufre, el que lucha, el que gana...), la mayor parte del tiempo la cosa está sanamente repartida entre unos y otros, y entre todos ellos y las colectividades que "representan". Pero a no creer que la comunidad del anillo quiere ser por esto un sucedáneo, o una versión mejorada, de los parlamentos de este mundo (como sucedía, y muy groseramente, en la última versión de Star Wars). Al contrario: uno de los mayores méritos de Las dos torres es que funciona realmente como relato fantástico: nos saca de este mundo para instalarnos en otro (Tierra Media, que le dicen) que se impone como tal. Y en el que reinan valores ciertamente humanos... pero de los más universales que se puedan encontrar.
La galería de criaturas de la Tierra Media es tan variada como cabía esperar y, como de costumbre, poco cabe hacer, aparte de elogiarlos, con los efectos especiales que les dieron vida. Dos criaturas, quizás, acusan excesiva presencia, quebrando por momentos la armonía del conjunto: el vagabundo Gollum/Smeagol (más allá de sus implicaciones) y un Arbol Parlante (o Ent) que habla demás. Entre las especies de carne y hueso, vale destacar un doble acierto: de casting (se ha elegido más de un rostro ya bastante raro, o "poco humano") y de fotografía (primeros planos con gran angular, enfatizando esas rarezas). Y por supuesto, la fortísima, embrujada, ajustadísima composición de Gandalf por Ian McKellen. Un poco más acá, Viggo Mortensen también se lleva sonoras palmas. En tercer lugar, yo creo, John Rhys Davies está muy bien (sobrio siempre, simpático casi siempre, gracioso de vez en vez) en la piel del enano Gimli, que amén de héroe opera como comic relief.
De lamentar, en cambio, es la deliberadamente escasa crueldad explícita de las batallas (unas batallas que se anticipan y palpitan crueles, pero a las que el montaje ha suavizado muy notoriamente) y la excesiva, inverosímil generosidad de ciertos personajes que por perdonar la vida a uno, sacrifican las de miles. No está mal que amplíen el espectro de público hacia abajo de los 14 años de edad, pero mejor sería que editasen dos versiones. (Cuando salga la pulenta, avisen.)
Guillermo Ravaschinohttp://www.cineismo.com/criticas/dos-torres-las.htm
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